Lo que callamos, pero soltamos.

Posted: 10/06/2011 by Jack Bronson in
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Esta es la típica editorial escatológica, que se centra en temas de sobremesa, así que la advertencia está lanzada, para que se evite un mal momento.

Hoy me detendré, de forma laxa y sin ánimos de polemizar, en el valor social de una manifestación orgánica que, por lo general no tiene forma (aunque una persona muy querida, decía que eran redondos). Me referiré a aquella sabrosa y omnimanifestable liberación de metano que tendemos a llamar peo, o más doctamente eructo anal (en mi infancia le decíamos fox, ofreciéndole una cualidad efervescente impropia).

En occidente, el peo está particularmente vulgarizado. Está inscrito entre las malas costumbres, desterrado de la conciencia de toda instancia comunicacional y social. Al peo se le considera un acto autoconclusivo, que se extermina significativamente y no transmite más que connotaciones vergonzosas de las que se prefiere callar, y escapar, esquivando la identificación con el acto.

Pero subconscientemente, subculturalmente, el peo es un acto sumamente complejo, y de una amplia complexión semántica. El peo, al no estar registrado simbólicamente, se significa en la conjunción de la intencionalidad, el contexto, y una variable no controlable, como su tonalidad olfativa y su potencia sonora. E incluso, se podría manifestar, que un mismo peo, posee diferente significado para el que se lo tira, que para el que lo huele. Nos centraremos en la intencionalidad y en el contexto.

La intencionalidad del peo alude a dos facetas del acto, la espontaneidad v/s el acto comunicativo. La espontaneidad, es un peo que se manifiesta sin la voluntad de comunicar, sólo se escapa. El acto comunicativo del peo, encuentra su nicho en la premeditación. El peo que se libera con el deseo de generar una reacción, un estado de ánimo, o un concepto en el potencial receptor. Lo complejo aquí es que la intencionalidad, no es determinante, ya que la espontaneidad, puede envestirse de significado en el receptor del aroma, y eso es a lo que llamamos, el carácter contextual del peo.

El carácter contextual alude a quien sufre el peo y la situación en la que se devela. Quien lo escucha y principalmente lo degusta, interpreta el peo dependiendo de la situación en la que se de, así como también en base a su experiencia personal y complejos asociados al acto de pearse. No es lo mismo un peo que retumba en una tasa de baño, que un peo de coctel, o uno que se libera rabiosamente en una conversación acalorada. Así también, un mismo peo para dos personas puede despertar recuerdos castratorios, anales y hasta orales, que remueven angustias y huellas mnémicas estructurantes.

La complejidad de esta manifestación anal, en principio y por naturaleza, contiene, retiene, no permite fluir; y socialmente confunde, tiñe de ansiedad y en ocasiones resentimiento, tras irrumpir prepotentemente agitando los sentidos de los comensales. Sin lugar a dudas, los decibeles y el impacto olfatorio, son elementos que pugnan por asirse de relevancia, pero desde la perspectiva de este humilde ensayo, les consideramos variables viserales impropias y obviables.

En base a lo expuesto, el peo en occidente, al ser una conducta vetada en lo social, pero innevitable y orgánicamente natural, no esta sujeta a convenciones simbólicas, lo que le ofrece una particular complejidad, y un rol comunicativo rico en interpretaciones. Es nuestra responsabilidad hacer un adecuado uso del peo, y hacerse cargo de éste, haciendo patente y atribuyéndole una correcta intencionalidad: “disculpa se me salió” o bien “cómetelo calladito”.

En conclusión… cualquier tema es relevante, cualquiera suena lógico, incluso un peo, cuando no se discrimina entre lo real, lo importante y lo que se quiere rescatar.

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