Uroboro Libre

Posted: 1/07/2011 by Jack Bronson in
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Despierto mareado, con la visión un tanto borrosa. Estoy desnudo, sudado y cubierto por un líquido pegajoso. Aún siento el corazón agitado. Fue una larga noche. A mi costado descansa, aquel cuerpo seco, vaciado de entrañas, de alma, de sueños. Sólo es cáscara y tiempo estancado. Las nauseas se me hacen intensas, y casi por reflejo corro al baño y expulso una sustancia violeta, espesa. Me planto en el lavamanos, y desintoxico mis sentidos con agua helada. Regreso a la habitación; miro a través de la ventana. Comienza a amanecer. Aún estoy a tiempo.

Este cuerpo es diferente, esta piel es más firme y flexible, incluso parece más cómodo. Aquel otro, casi olvidado por las moscas, aún libera fluidos a través de sus ojos. Recuerdo que él le llamaba sentimientos. Tomo la libreta de notas. En la contratapa los números 1,2,3 y 4 están tachados. El cinco posee un signo de interrogación. El seis tiene escrito “Espérame”. Elijo una página y escribo mi primer mensaje: “Se volvió a repetir. Aún estoy aquí. Se confirman las mentiras...” Arranco la hoja, y la lanzo a un rincón de la habitación. Vuelvo a escribir. “La verdad, no se que espera de mi. Lo único que se, es que él me prepara para algo importante. Eso le entrega valor a todo esto”. Sonrío. Vuelvo a arrancar la hoja, y oculto el pedazo de papel en el bolsillo de una prenda que pronto vestiré.

Dejo aquellos restos, de piel y carne descompuesta, en la tina. Cuento con poco tiempo. Le riego de parafina. Se que siempre le gustó el fuego. Se que siempre le gustaron las ironías. Por ello y para no repetir, hago mío ese color. Lanzo una cerilla. Las llamas consumen momentos, ideas, promesas. Esferas multicolores intentan escapar. Las contemplo, van explotando y liberando dulces melodías. Cierro la puerta y voy dejando atrás todo aquello que comienza a desaparecer. Tomo una chaqueta, las llaves, los cigarrillos. ¿Qué demonios hace esa flor azul en mi cuarto? Fuera del departamento está algo fresco. Me dirijo a su encuentro. Pero antes de calzarme la chaqueta, lanzo las llaves a un bote de basura.

Ahí está. Hace muchos años que sigue ahí. Esta vez desperté recordando sus últimas palabras. Tomo el trozo de papel, lo dejo junto a su tumba. Por alguna extraña razón, tu destino me fue heredado. Gracias por advertirme antes de partir. Doy media vuelta, comienzo a trazar líneas de un camino desconocido. Me detengo, algo se acerca. Una brisa, un escalofrío, e instantáneamente silencio. No me esperaba esto. Le veo de reojo. La mariposa blanca se posa en mi hombro, se acerca a mi oído y me susurra: “estoy contigo”.


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