KILTROENLLAMAS

En algún momento comenzó a manifestarse disimuladamente, pequeños destellos dentro de un océano de información, que aún no adquiría forma. Pero era cada vez más evidente, veía síntomas que lo delataban: esa angustiosa necesidad de estar ante el computador por horas y horas, de pulir las fotos, los contenidos, adquirir un estilo en la red social de moda. De manera silenciosa, pero a paso seguro, nacía una nueva esfera o núcleo de la identidad en la población… el Ego Virtual. 

Lo que hacíamos en internet, dejó de ser sólo un producto más, una elaboración, un algo que creábamos… no, en algún instante, los códigos de lo real y lo digital se mezclaron, confundieron, y en algunos casos se fundieron o, dramáticamente, se suplantaron, y lo que veíamos en la pantalla, pasó a ser… nuestro “yo”.

Suena exagerado, suena algo artificioso y sobrenatural. Pero es una realidad que se manifiesta en detalles simples de nuestro quehacer diario. ¿Te has dado cuenta la dramática importancia que han adquirido las imágenes de perfil de WhatsApp? Puedes salir despeinada y sin maquillar de la casa, pero lo que es imperdonable, es tener una foto desactualizada o impresentable en el perfil de WhatsApp. ¿Te has percatado de esa compulsión fotográfica, de retratar cada momento, cada segundo de tu vida, en especial los significativos; que parecen no haber ocurrido, sino son publicados luego en Facebook? El “estado” de nuestras cuentas virtuales, se convirtieron en nuestro termostato emocional, o el espejo de nuestro mundo interior. Todo cuanto se piensa y siente, se publica, se comparte, se postea o twittea. Hasta cuando quieres intimidad, todos lo saben con un simple: “…” 

Esta suerte de Homo-Virtual, descargó su psiquis en un mar de datos y dejó de ser quien estaba frente a la pantalla, y pasó a ser parte de los destellos que su retina traduce. El indiscutible efecto reflejo, es engañado y consigues lo imposible. El espejo ya no te traiciona, porque ahora puedes manipular esa imagen, diseñarla, entregarle una personalidad y un estilo, que tu no tienes, pero tu Ego Virtual si. Y eres ésa persona, te identificas con esa arcilla inerte, perfecta y públicamente aceptada. Es una nueva y más enfermiza versión del mito de narciso, solo que en este caso, narciso nunca muere, sino que se mantiene pasmado, adormecido mirando una pequeña pantalla.

Esta nueva evolución, distorsión o manifestación de la naturaleza de la identidad del ser humano, es hija de nuestros tiempos, de nuestra sociedad, nuestra forma de abordar, enfrentar y aceptar el mundo. ¿Buena o mala? Eso me parece irrelevante. La pregunta es: ¿Qué sucederá cuando la pantalla se apague?