KILTROENLLAMAS

Cuando mi cabeza parecía que iba a estallar en cientos de respuestas y programaciones bajo presión, entre estrés, sobrecarga laboral, multidemanda de requerimientos, en un trabajo que se convierte en un laberinto de manos, papeles, e-mails y reuniones inacabables e inútiles, en el que en cada esquina te puedes encontrar con alguien exigiéndote algo con toda autoridad, y luego te tropiezas con espaldas que te pone trabas por los más insignificantes detalles… al ritmo de esa vorágine… todo se detuvo de improviso… un crack!!, una caída y la silbatina incesante se convirtió en silencio. Ahí yo caminando a tientas, contando cada paso, aguantando el dolor, camino a la clínica…

Diga lo que diga, piense lo que piense, sienta lo que sienta, es lo que debía ocurrir. Hace tiempo presentía que una parte de mi estaba molesta conmigo, y que en cualquier momento iba a cobrarme algo. Inquietud sobre mi vida, mis tiempos, mis exigencias… ¿nuevas mentiras?... no se. Algo en desequilibrio a lo que no le estaba prestando atención. Tiempo… Tiempo fuera… Tiempo para mi, tiempo para contemplar, tiempo para dejar pasar, tiempo para reconsiderar las cosas. No se. Lo que es claro es que lo que pueda analizar es ajeno a lo que debo aprender. O sino las cosas serían demasiado simples… y a la larga aburridas… y no hay naturaleza más despreciable para mi esencia que aquella que se viste de aburrimiento.

Una semana. Una semana para ordenar, para descansar, para replantear, o simplemente para no hacer y dejarme ser. Un regalo disfrazado de esguince, de inflamación horrenda, de muletas, bolsas con hielo y estomago perforado por pastillas. Pausa.