Música
Posted: 7/27/2012 by Jack Bronson in
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“Música” era el
nombre de uno de los personajes centrales de la segunda generación de Robotech.
Imagen mística y romántica, que cumple un papel crucial en el desenlace de una
saga subvaluada, pero de potente dramatismo. La música, al igual que en esta
historia intergaláctica, cuenta con una potente influencia en mi vida, incluso
en procesos de insight que transformaron mi manera de comprenderla y abordarla.
La música
establece ritmos, moviliza, incentiva, seduce, en ocasiones, incluso, enamora.
Evoca, relaja, atesora momentos, promesas, alegrías y desencantos. Ya desde
mucho tiempo atrás era conciente de su influencia, pero debió llegar una triste
tarde del 2010 para asimilar una concepción más activa de su poder.
Aquel día, por
razones que no vale la pena citar, me sentía abatido, sin horizontes. Una gélida
soledad me acosaba, y me hacía sentir desvalido. Recuerdo el metal lustroso de aquel
bus en el que me embarqué, y como al tomar asiento, casi de manera mecánica, me
puse los audífonos. Pero de golpe me detuve, a la vez que una voz interior me
decía “No me quiero sentir bien”. Un franco impasse de mi inconciente, clave de
ahí en adelante. Obviamente hice lo contrario y marqué play en mi reproductor. De
inmediato mis emociones se comenzaron a despejar y al compás del ritmo de
aquellas melodías, esos afectos melancólicos comenzaron a transmutarse en un
ánimo positivo. En ese momento descubrí algo que escapaba de mis propias
nociones sobre los afectos y su dinámica.
Lo primero que
había descubierto, era que la música actuaba sobre mis afectos, y dependiendo
de la melodía, podía evocar y acomodar mis estados anímicos. Eso además me
permitió descubrir la primacía de la audición en mi sistema cognitivo, tanto
como recurso, como punto débil. Lo segundo y más importante, me hablaba sobre
la influencia que ejerce la disposición personal, la voluntad, sobre los
afectos. Existe una acción mediana o completamente conciente que nos predispone
a determinados estados afectivos. Sentirse triste, alegre, abatido, seguro,
depende de uno mismo. El primer paso es ajeno a las influencias externas, de
los fracasos y triunfos. El cómo nos sintamos parte, en principio, de cómo
deseemos sentirnos. Si deseas sentirte triste, evocarás afectos melancólicos y
tu percepción estará más permeable a estímulos que confirmen ese estado; de
igual manera con la alegría, y otras emociones.
La música me
enseñó que soy protagonista de mi vida, responsable de mis estados emocionales
y por consecuencia, de mis acciones en relación a mi y mi entorno. La música me
invitó a mejorar mi relación con el
mundo y mi mundo interno. Comprender y modular un factor tan voluble como los
afectos, me ha permitido contemplar y evaluar de mejor manera mis decisiones,
disfrutar de lo simple, y plantar una nueva piedra en busca de la armonía.
Esta no es una
verdad absoluta. Obviamente hay reacciones emocionales instantáneas,
descontroladas, instantes no mediados. Esto no se trata de control, sino de
equilibrar, no estar sujeto a, o simplemente ser. Estoy muy lejos de
generalizar, pero si de invitar a hacerse cargo de nuestros propios
sentimientos y acciones. Así como la música, también podemos aprender a
ecualizarnos y sonar mejor.