Stupid People With Dogs
Posted: 4/09/2017 by Unknown in
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Mi hija no me saca los ojos de encima. Ternura
prefabricada y manipulación. Estamos a fuera de un Pet Shop. Fue un error. Lo sé.
Ella repite una y otra vez lo mismo, como si tratara de lavarme el cerebro. “Quiero
una mascota, quiero una mascota”. Estoy en desventaja y a su merced. Angustiado,
le recito casi de memoria el listado de
razones por las que no estoy de acuerdo. Razones que al parecer sólo yo estoy
dispuesto a escuchar. Al final consigo escabullirme de la manera más miserable
y ratonil, cambiarle de tema, y derivar la negociación a la mamá. Soy un
declarado “Antimascotas”… no sólo porque me desagradan e incomodan, sino porque
me inquietan las consecuencias y la calidad de vida que uno le puede llegar a
dar.
No sé. Puedo estar muy equivocado,
pero lo que más veo en este malsano amor ciego por los animales, es la
necesidad de aplacar un vacío egoísta y escasamente integrado. “Me siento solo…
tendré un perro…” “Terminé mi relación de pareja enfermiza… tendré un gato”. O
darle en el gusto insaciable de cosas a una pataleta infantil. Incluso, hoy en
día el tener un perro chico es casi una bandera de lucha gay.
Percibo mucha pobreza en los
conceptos y en las conductas finales de estos grandes animalistas light. Me llama la atención que, no
muchos, toman en consideración ciertos detalles obvios al momento de decidir si tener o no tener una bestia en su
hogar, en su vida, en su viciosa existencia. Así como hay gente imbécil…
claramente hay gente imbécil con mascotas. Para ellos van dedicadas estas pequeñas
divagaciones del por qué no tener mascotas, es una sana opción:
Esclavistas: Ok. Qué bondad más
maravillosa la de ofrecerle techo a un animal… y convertirlo en animal en
cautiverio. Mascotas encerradas por toda la eternidad en departamentos, monótonas
jaulas, y autos… asfixiados en una existencia de absoluto aislamiento,
insalubridad y limitación. ¿Qué delito o pecado original arrastran estas
bestias? Ni los genocidas se merecen este encierro perpetuo de amor enfermizo
Salubridad: Visitas a tu amiga maníaco-depresiva,
adicta a los gatos, y al salir tu ropa esta resplandeciente en pelos mal
olientes. ¿Sabían que esos pelos nos pueden obsequiar un tumor? Así es. Olor a
orina intensa. No la visito más, hasta que se suicide.
Seguridad: Años atrás estuvo de
moda el royo con los Rottweiler asesinos. De pronto dejó de ser noticia y ya no
es tema. Pero aún circula en mi cabeza aquella imagen del bebé descuartizado
por perros callejeros. Y me cabe preguntar si la gente toma conciencia del
riesgo, y su capacidad para contener los respetables y comprensibles instintos
naturales de su regalón. El que muerde paga.
Barricadas en la vía pública: Tropezar
con correas que parecen lianas, que atraviesan de extremo a extremo la vereda. Recuerdo
la vez que casi estrangulo a un diminuto perro que se enredó en la rueda de mi
bicicleta. Más de una vez debí salir corriendo de una plaza de juegos, junto a
mi hija, ante una jauría de perros que invadían el sector, mientras sus dueños
se limitaban a flirtear entre ellos. Hay quienes han perdido la noción del
concepto metro cuadrado.
Convivencia: Bien por ti que te
gustan los animales… ¿Pero por qué mi hija debe mamarme los ladridos nocturnos?
Hace mucho que la empatía se convirtió en una característica mitológica de
nuestra especie. Pobres animales encerrados y alienados en cubos habitacionales
generan bulla y mucha, casi tanto como el vecino extranjero adicto a la juerga.
La mierda de cada día: salir a la
calle para comenzar una incesante acción evasiva de cuanta caca de perro hay
sembrada en las veredas, es un síntoma inequívoco de esta convicción ecologista
mal aprendida. Hágase cargo no tan solo de su mascota, sino también de su
mierda.
Y así suma y sigue. Pero la conclusión
es simple. Cada quién es libre de tener los animales que desee… de eso no
hay duda. El tema es hacerse cargo de dicha responsabilidad. No sólo en
relación a los costos que involucra mantenerlo con vida, sino también en
relación a la responsabilidad para con la comunidad, la integridad de los
suyos, y la de la misma mascota.
Hoy imagínese siendo su perro… ¿le
gusta su vida?