2013 - La Sombra de la Serpiente. Divagaciones sobre un año sin Conclusiones
Posted: 12/27/2013 by Jack Bronson in
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Va extinguiéndose lentamente, un año horrible,
decepcionante, despreciable desde la médula, pero no por ello el peor de todos
(1994 y 2009 han sido lejos los más macabros). En lo personal, ha sido un año
que no arroja conclusiones inspiradoras, ni grandes enseñanzas, sólo ideas
vagas, sensaciones, imágenes que se van difuminando, quizás en un paraje
descarnado y realista. El 2013 succionó sueños, trituró anhelos, y a cambio enrostró
verdades y desnudó apariencias. Un año extraño, pero para nada recordable.
A pesar del alto porcentaje de negatividad que
envolvió este cansino paseo de 365 días, el año de la serpiente ha arrojado
ideas interesantes, perspectivas alternativas, cambios… a pesar de que el
cambio es propio de cualquier cosa, pero en fin. Si tuviera que darle una
connotación positiva al 2013, sería decir que fue un “año filtro”, que despejó
el camino de cargas, gente de mierda y emociones pelotudas. Fue un año vicioso,
de constantes, de círculos redundantes; algunos tristes, otros risibles... aquí
van algunas de esas redundancias...
Típico de este año, el colapso absoluto de las
máscaras. La gente de mierda se manifestó en su máxima fetidez y esplendor
fecal, y eso permitió identificarlas y desnudarlas con facilidad. Tomar
distancia de estos proto-humanos fue un gran aporte del 2013.
Pegarme con canciones viejas, fue un síntoma
compartido, divertido y algo melodramático. Las melodías llegaban solas y de
pronto te veías tarareándolas de manera automática, ante la mirada atónita de
quien se te cruzara. Canciones extrañas, perdidas en algún recoveco del pasado.
Sincrónicas, atávicas, enternecedoras.
Un triste clásico de este año fue apreciar como
las promesas eran confundidas con el papel confort. Eso en todo ámbito. Bastaba
escuchar una promesa para pronosticar un cagazo seguro. Acuerdos, juramentos,
pactos de todo tipo, en los momentos claves, se olvidaban. ¿Confianza?...
¡Las pelotas! Precaución y desinterés, fueron los hijos pródigos de la
serpiente, concebidos a partir del acto reflejo de evitar caer nuevamente.
Este año coronó a la pelotudez, y la mediocridad
sobresalió en su máximo esplendor. Sin importar los méritos, destacó la ley del
mínimo esfuerzo. Entender y empaparse de esa sabia filosofía de vida, ha sido
todo un descubrimiento a nivel laboral y personal. Fue comprender una vez más, que desvivirse por causas no compartidas ni valoradas, no es un sacrificio, sino
una simple pérdida de tiempo.
En la misma línea, mandar todo a la mierda y
dejar de luchar por causas perdidas ha sido otra tónica. La perseverancia dejó
de ser moda; y la impulsividad y el exhibicionismo pasaron a ser conductas que
se vistieron de una impropia nobleza y decoro. Ir en contra de la corriente…
mh… no más. Dosificar y aprender a elegir a qué y quienes prestarle ropa y
energías... un ejercicio necesario.
Bueno… como dije. No ha sido el peor año de
todos. Si bien hubo mucho que lamentar y odiar, como en todo, existen las excepciones.
Este año perdí el amor, dejé de confiar y me aburrí de comprometerme. Eso
ofrece cierta libertad. De una u otra manera las flechas se dirigieron a mi
interior y me invitaron a conocer más aspectos de mi naturaleza. Irónicos
caminos me llevaron al reencuentro con las raíces, y con ello comenzar a
comprender mi lugar en el mundo, así como el de mi hija.
Mi hija, se merece un párrafo a parte… el mayor
regalo de mi vida. Es lejos lo mejor de este año. Catalizadora del amor, la
alegría, la locura. No hay momento triste, sólo bailes, risas, sueños. Es mi isla,
un gran tesoro que agradezco haber priorizado ante otras ilusiones. Me siento
orgulloso de ella, de cada centímetro que crece, de cada nueva idea que brota
de su imaginación, de cada expresión de cariño espontáneo. Gracias Annais.
En el atardecer de este año la magia volvió a
emerger. La intuición y otros estados de mi naturaleza más mística volvieron a
aflorar, como parte de un proceso de sanación regalada. El reencuentro de ese
yo olvidado, ese yo genético, ese yo extraviado.
En fin. No hay conclusiones. Pero debo despedirme
de este año agradeciendo… Todo guarda una razón, independiente de las
expectativas. Lo malo de este año tiene que ver con errores, descuidos y malas
apuestas, y eso es responsabilidad mía. Lo aprendido es lo que queda, más allá
del irónico análisis que pueda redactar.
Agradezco las oportunidades, los desaciertos,
los finales. Agradezco las tardes con mi hija, las horas de soledad, las
eternas caminatas junto a mi banda sonora. Agradezco el haber aprendido a
desprenderme, rendirme y llorar. Agradezco el horrible regalo de cumpleaños, el
invierno oscuro, el desquicio y las mariconadas del trabajo. Agradezco las tres
rozas. Agradezco a la loca haberme exorcizado. Agradezco a mi Ama, el haberme
robado el corazón. Agradezco a la pequeña reina las horas de sonrisas.
Agradezco los amigos incansables y fieles. Agradezco a mi nueva maestra, su
contención maternal y sabiduría. Agradezco terminar este difícil año, y aún
tener la energía y el ímpetu para aventurarme en otro, con la plena convicción,
de que será mucho mejor… en la medida de que todo sigue dependiendo de mi.
Adiós Serpiente…