KILTROENLLAMAS

Hoy, por una serie de eventos que me ha tocado presenciar, me he puesto a pensar en lo peligroso y a veces nocivo que es el concepto de felicidad. No es mi afán hablar desde una perspectiva depresiva y/o negativista, sino que lo planteo desde el punto de vista de las falsas expectativas y la idealización de los objetivos personales, que a la larga se convierten en cómplices de la frustración.

A veces me ha tocado vivir, y ver en quienes me rodean, un desesperado afán por ser felices, o de eternizar momentos alegres y placenteros, como si fueran el climax de su existencia. Veo que esta fantasía de la felicidad, mal entendida como un estado de plenitud perpetuo, termina dañando, frustrando y desilusionando a muchos. Esto, porque llegado a cierto estado del ciclo vital, te das cuenta que las cosas no son tan simples ni fáciles, que no existe ese estado puro, y que en realidad es un fluir de estados emocionales, del éxito al  fracaso; del bienestar al malestar; de la plenitud a la insatisfacción…

Si a eso sumamos el patente y científicamente comprobado hecho de que no somos el centro del mundo, nos enfrentamos a un universo de posibilidades en las que todo puede suceder, más allá de nuestros proyectos, sueños y esperanzas. Y no por eso estamos ad portas del averno, simplemente basta con cambiar la perspectiva. La vida real, dista mucho de esos finales felices que tanto anhelamos en algún momento. Aún así, y no por eso, la vida pierde valor, encanto, o magia. La vida, muy probablemente, es un simple continuo, en el cual uno debe rescatar lo bueno, lo que debe cambiar, lo que debe dejar... y eso es trabajo de uno, no del mundo.

Hay una nociva e irracional socialización del concepto de felicidad, que me parece es necesario reencausar... hay una preocupante necesidad de reencantar a la gente con lo simple, con lo real, el diseñar en las personas una idea sensata sobre lo que es la vida, y el papel que tiene la felicidad en ella...

(Texto editado de publicación hecha en facebook)