Abrir los Ojos

Posted: 6/08/2013 by Jack Bronson in
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En mi proceso como psicólogo hay una etapa en la que me negué a analizar, opté por cerrar los ojos y destinar mis primarios conocimientos exclusivamente a un futuro proyecto de box terapéutico. Mis motivos eran simples e inocentes, no caer en la pedante conducta de otros compañeros de carrera, que deshuesaban intrusivamente a sus interlocutores con interpretaciones y conjeturas inconscientes, en contextos inadmisibles e imprudentes. Con el tiempo me di cuenta que me estaba atrofiando y que mis habilidades como psicólogo estaban declinando. Hoy en día puedo conjeturar, que en gran medida, estaba escapando de la verdad, más que de las malas costumbres.

La contraparte de esta decisión, fue la reacción casi tardía, de retomar la cosmovisión del psicólogo. Me di cuenta que en esta carrera, el modelo mental no se puede relegar a un espacio virtual como el diagnóstico clínico o a la díada terapéutica. Ser psicólogo, es una manera de pensar, un esquema mental que, si no actúa libremente, lo estas reprimiendo y difícilmente conseguirá desarrollarse. Pero ante esta nueva visión… ¿Cómo no convertirse en aquél monigote que tras beber unas copas, te enrostra tus traumas y trancas más íntimas?

El narcisismo, del que son objeto muchos psicólogos, nace de una fantasía yoica omnipotente, que niega los aspectos febles de nuestra personalidad, los proyecta, y los devalúa una vez inoculados en el otro. Hacerse cargo de tus aspectos más nocivos, malignos y despreciables te va acercando a una perspectiva personal más integrada, realista, humilde, pero no por ello menos poderosa. El plantarse ante el espejo y decir “yo no soy mi ideal”… genera una crisis básica en el psiquismo, que más que destruirte, abre puertas. Te libera de tus fantasías, te permite identificar los ámbitos de cambio, te invita a desprenderte de tus miedos al fracaso, y te destierra del centro del mundo. La autocrítica y las circunstancias de la vida, me empujaron a contemplarme desnudo, y fue en ese momento en el que comencé a abrir los ojos.

El autoconocimiento y la humildad que nace de ello, te permite empatizar y comprender de mejor manera el funcionamiento de quienes te rodean. De igual manera, te ofrece el tacto, el timing y la discreción necesaria, para ofrecer a los otros, los puntos ciegos que no son capaces de integrar. Llega un momento en el que comienzas a ver más allá de lo que antes te permitías. Puedes ver a las personas con más nitidez. Sus contradicciones, conflictos, mentiras, miedos, fantasías, condicionamientos, represiones. Y ya no puedes evitarlo. Y ante ti se abre un duelo… el mundo en el que creías ya no está.


“En gran medida, estaba escapando de la verdad…” Efectivamente. No sólo en relación a mi propia imagen, sino en relación a la imagen que más cuesta cambiar, la del mundo. Una vez que comienzas a observar lo que se oculta, ya no puedes deslumbrarte con la perfección que antes eras capaz de apreciar, porque todo eso era parte de tu fantasía. Es quizás eso lo que más temía. El momento en el que abres los ojos y la utopía ya no está, y te das cuanta que aquello que veías en los demás, no era más que el reflejo de tus deseos, en la cara oscura de tu propio párpado. Pero es ahí cuando se comienza a estructurar una nueva belleza.

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