Un Día en Cuatro Tiempos
Posted: 11/12/2012 by Jack Bronson in
0
Estoy ahí,
rodeado de olas. El sol me llama a abrir los ojos, a tomar una decisión
imprudente. Estoy mareado, aturdido, embriagado ante aquella carretera de
posibilidades, pero a la vez, me siento tan vivo. Esto no es lo que se suponía
que debía pasar. En menos de tres meses la realidad se ha volcado. A mis
espaldas está quien trae una vida, en mi mente está quien ha sembrado un sueño.
Me sumerjo. Le ruego al espíritu del mar que me ayude, que me oriente. Las olas
me chocan, me empujan, estoy en todas partes, en cada segundo. Amar con esa
intensidad confunde. La vida te regala sorpresas felices, pero las envuelve con
los más delicados miedos. ¿Seré capaz de…? Es viernes de pasión. Ese día
comenzó a cambiar todo.
Estoy ahí, en
playa desconocida, me dejé llevar, no fue mala idea. Me siento extraño, quizás
es por el refrío, quizás sea lo otro. La arena es estéril y ajena. Pero está
ella, tan hermosa y ambivalente. He aprendido a amarla a pesar de las
desilusiones y quiebres. Me aferro a ese amor primigenio y puro que invitó
hasta acá. A pesar de ello, el remordimiento, el dolor sembrado en el corazón
de quien hace un año ocupaba su lugar, me visita cada media hora. No es justo
para ella, no es justo para mi, no es justo para nadie. Creo no haber sido justo.
Siento su piel y me rindo en sueños que hablan de ternura y eternidad. Deseo creer
que esto es de verdad y que no se disolverá una vez más. La contemplo. Sonríe y
vuelve a colocarse sus lentes oscuros.
Estoy aquí, tendido
en un oscuro pasaje. Ruego a Dios que me permita sentir mi pierna. Aquel extraño
se acerca luego de estacionar su auto. A un par de metros está mi bicicleta.
Esto no debía haber pasado. Se suponía que sería un fin de semana junto a ella.
Pero hace un par de días celebramos el vigésimo quiebre. Estoy rodeado de
gente, pero tan solo. A penas puedo moverme. Un carabinero me interroga. Yo
sólo quiero levantarme y seguir mi camino, pero el equilibrio es escaso. Una
pareja de testigos se acerca a increpar al conductor. Me siento culpable. No
debía estar ahí. Pobre hombre. ¿Por qué interrumpí su camino? Si tan solo
hubiera tomado la otra vereda. Siento que mi pierna va a explotar de dolor. Cierro
los ojos y agradezco a Dios. Al menos eso, me ayuda a olvidar.
Estoy aquí. Regreso
de una noche de gimnasio. Luego de meses, siento que mi cuerpo ha comenzado a
responder, lenta, cuidadosamente. Reviso la correspondencia. Carta certificada
de la Fiscalía. Me
informan que han declarado culpable a quien, exactamente un año atrás, atropelló
mis más simples anhelos. Él siempre lo reconoció, fue un simple error. No fue
mi culpa. Siento como el círculo comienza a cerrarse en paz. Mis lágrimas se
esfuerzan por escapar. Fue tanto el dolor, fue tanta la paciencia y el respeto,
las sonrisas mal vividas. Me lancé a las aguas en busca de felicidad y terminé
aplastado con furia contra el asfalto. Me detengo rodeado de espejos. Estoy
lleno de cicatrices, tan cansado, solo, tan lejos de la orilla del mar. Mi
hermana sonríe. Dice que cargo con el estigma de mi propia pasión.