Estrella Fugaz
Posted: 6/15/2011 by Jack Bronson in
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Debo ser sincero. Reventé a quien, para bien o para mal, sigo amando. No estoy orgulloso de ello, ni deseo justificarme, o borrar mis palabras, porque hasta a mi me dolieron escribirlas. En la medida que el dolor de mi pierna ha ido mermando, en la medida que la maratón de lamentables sucesos que me han ocurrido desde el término de la relación, se han ido consolidando y quedando atrás; tu imagen, tus palabras, las promesas y el compromiso jurado, las comencé a vivenciar como una broma de mal gusto.
Fue tan frustrante, que al cumplirse dos años de aquel día en que llorando como niños y ocultos en la oficina, nos declarábamos un inocente amor, no fuéramos capaces de respetar la relación y simplemente callar, buscando entender al otro. No había transcurrido ni una semana desde que habíamos contratado bajo tu puño y letra la responsabilidad de ser mejores para el otro. Aún veo los ojos que me regalaste ese día. Aún siento la desesperanza que sentí en aquel instante.
Evito hablar sobre el tema con quienes me rodean. En ocasiones simplemente me interrogan o estalla en mi cara. Tengo pena desde hace muchos meses, mucha pena por el curso de una relación en la que tuve tanta fe, por la mujer que me llenó de vida, y que me acompaña todos los días con su ausencia. No se cuanto dura esto. Jamás amé de esta manera. Lo que se es que no se acaba con un simple “Déjalo Ir” terapéutico.
“A veces siento que ese momento fue el error más grande de todos”… Me miran mis amigas, y tratan de convencerme de que estoy equivocado. Pero saben que mis ojos vidriosos no los pueden detener. El accidente de semana santa, los robos y la serie de calamidades que se sucedieron, no hicieron más que enterrarme en vida por largos meses. La herida en mi pierna siempre me habla de no haber sido capaz de cambiar la historia. “No existiría si la hubieras detenido” El dolor y el lento desplazamiento de los primeros días no hicieron más que intensificar la soledad y el sin sentido.
“Lo que más me dolió fue que te la jugaras por alguien que no valoró ninguno de tus esfuerzos” No es costumbre, ni menos cómodo tocar el tema con la madre de mi hija. Pero que la persona a la que apuñalé en el peor momento, me confidenciara eso, desdibuja de mi rostro las convicciones ciegas de asumir la responsabilidad de una helada despedida. “Valorar”… hay palabras que terminan por ser tediosas, hasta competitivas. Como te fue “Sacrificio”. Yo valoro esto, tu valoras esto otro. Al final, simplemente se trataba de apreciar y confiar en lo que el otro hizo, y no rendirse o despreciar a quien está a tu lado ante cualquier error, evidencia o suposición; es manifestar orgullo y hacerle sentir al otro que valió la pena jugársela. Consolidar y avanzar. Ver lo evidente y no la sospecha.
“¿Cuándo me vas a pedir pololeo?” En ocasiones creía que era una broma. ¿Qué significaba para ti pololear?... Ya habíamos vuelto. Y no te dabas cuenta. Abrirte la puerta de mi departamento, confesarle a mis amigos el que estaba contigo nuevamente, no era simple, después de lo que habíamos vivido. Esperaba que no continuaras conflictuándote con mi paternidad y mis responsabilidades como tal. Deseaba que estuvieras un poquito orgullosa de mi. Respirar tranquilo en tu pecho, sin que sintiera palpitar en tu corazón alguna duda maliciosa, algún temor devastador.
No deseo ser mejor que ti, ni menos quedar bien a los ojos de nadie. Menos de difamarte, como me lo manifestaste tantas veces. Nunca se trato de eso. Lo único que siempre me interesó fue tu corazón y tu confianza. Equivoqué mi camino. Sin dudas que muchas veces me equivoqué. Me regalaste una nueva vida, una nueva adolescencia a partir de un sentimiento que a penas lograba manejar, y por momentos fui un imbesil. Aún así, como lograste reconocer, fui persistente, una y otra vez fui, te pedí perdón, una nueva oportunidad, incluso en las ocasiones en las que quien había dañado no era yo. Nunca dejé de creer en ti. Y esa maldita sensación de error que siempre me acompaña, me enseña que aún lo sigo haciendo.
Este fin de semana fue aterrador. Soñar contigo cada vez que cerraba los ojos y despertar solo, sabiendo que amar simplemente es irrelevante, que simplemente no estas. Y la pregunta. ¿De quien demonios me enamoré? ¿Por qué si dijo amarme? ¿Por qué simplemente desapareció?... El malestar de darme cuenta que nunca hubo lógica en cada uno de los términos, ni en los conflictos, porque traicionar nunca fue mi espada, jamás me di el espacio para dudar que fueras la mujer de mis sueños. Detenerme y darme cuenta que en mi interior guardaba miles de críticas, dudas y culpas inventadas. Y aún así sentirme responsable de cada error, y aún extrañar, y aún amar y abrazarme de esperanzas vanas, me hizo llenarme de dolor, y de rabia, el darme cuenta que en mi interior se apilaban millones de dudas vagas y miedos sin objeto. ¿Por qué para mi toda su ira, porqué esos ojos al despedirse, porqué una vez más despojado de todo lo prometido?
Esa noche te bañé de palabras que simplemente hablaban del dolor y el sin sentido que se había inoculado en cada espacio de mi corazón. De todo aquello que me ahogaba y me impedía volver a creer en lo que fuera. Te ofrecí una razón real para odiarme, para sentir que estabas en lo correcto. “Claramente hoy te mostraste tal cual eres, ojala nunca mas me escribas cosas como esta, porque ya no te creo absolutamente nada.” Y si. Por alguna particular naturaleza de tu ser, te es más fácil creer en las bestias, que en las flores; en los finales que en las promesas; en el engaño, que en el amor sincero. Si. Te regalé una razón y a mi un descanso, para morir tranquilo, sabiendo que no sólo estuve sujeto a razones de fantasía. Más no por ello me siento feliz… al menos he vuelto a llorar con libertad.
Aquella noche me preguntaste qué había deseado ante aquella estrella fugaz… simplemente le pedí que tu me amaras de verdad. Simplemente no podía decírtelo… Espero que algún día consigas explicarte a ti misma porqué dejaste ir el amor así.